Dios nos habla en Adviento
""Mira que estoy a la puerta y llamo" (Ap 3,20), a la puerta de tu corazón,
ahora que en tu creciente niñez estás al comienzo de una vida por hacer;
ahora que empiezas a darte cuenta de quién soy y qué es lo que solicito de ti;
ahora que ya comienzas a acostumbrarte a tomar decisiones por tu cuenta
y te puedes relacionar con tus semejantes en libertad y cierta responsabilidad.
Sí, llamo a la puerta de tu corazón, joven de cualquier tipo que seas,
cuando has asumido la vida con todas sus caras y gozas de ella sin ambages;
cuando eres capaz de realizar heroicidades sin cuento con la generosidad a flor de piel,
abierto a las mayores renuncias y a las más grandes entregas,
sin que te importe lo que puedan costar tus decisiones tomadas sin marcha atrás(...)
Bienaventurados todos vosotros, si escucháis mi voz
y me abrís la puerta con la disponibilidad y la obediencia que tuvo mi Santa Madre;
si me miráis cara a cara con su ternura, esa ternura que yo mantengo de ella,
y aceptáis fielmente sin componendas de ninguna clase mi reto de filiación y fraternidad.
Estoy delante de cada uno de vosotros y os ofrezco lo mejor que tengo: mi salvación,
esa salvación que no pueden conceder los poderes de este mundo.
En este tiempo de gracia llego una vez más a ti, persona de carne y hueso,
y te llamo a ti en las circunstancias concretas de tu existencia de cada día;
te pido que te relaciones conmigo y con los otros en fe, esperanza y caridad.
Una vez más quiero moverte a conversión y a la acción en favor de los necesitados.
Deseo hacerme presente en tu actividad imprescindible.
Sí, deseo a través de ti actuar en esta sociedad, tan necesitada del Padre y de los hermanos.
¡Ábreme tu corazón!"
Luis Ángel Montes Peral
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